Infierno en el otoño


Aislamiento, que frió hace aquí, que fuerte es la escena que mis ojos ven, es una habitación en mi mente con el cielo azul y despejado, los vitrales de hielo, escarcha en mis pies desnudos, hela y quema, quema y sufro, cada un de mis egos han clavado su espada en mi, cada uno ha puesto su confianza en mi, solo has de imaginar el peso de todos esos filos, cada uno penetrando mi helada e inmortal piel, y enlazada a cada una de las espadas una larga cadena cuyos otros extremos oprimen y detienen a una bestia sentimental, una gargantua amorosa, que grita, brama y jala las cadenas con una fuerza descomunal, tal que con cada tirón, girones de mi piel se desgarran y vuelan por la escena, con cada tirón emana un sufrimiento extraído solo de los capítulos mas negros de la desdicha y el infortunio, solo descrita en las palabras de una abominacion que no tiene alma propia.
Oh mi señora, come de mi, come de mi carne, aislame en e juego de no pensar mas, una carcajada de dolor resuena como eco en esa habitación, una mueca sin ganas se escurre de mi rostro y cae en las aguas que esa bestia escupe con desesperación y ansias de ser liberada, ella no sabe, ella solo siente, cuando acabe de arrancar la ultima espada ya sera muy tarde y llorara sobre mi agua derramada por cada tirón de ansias de libertad.
La mente domina el cuerpo; la mente no siempre domina la mente.
-Frank Herbert (Dune)

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